Doris Lessing, a mediados del siglo XX habló de temas “tabú” para la pluma de una mujer, criticó el colonialismo británico que experimentó durante su infancia en África, y en 2007 obtuvo el Nobel de Literatura.
La primera impresión ante la muerte de Doris Lessing es de rabia. Cuando se muere un escritor o un artista, se descabala un pedazo de éste ya mal cosido mundo y el lector se siente huérfano. El fallecimiento de Doris Lessing, que se produjo ayer en su casa de Londres, a sus 94 años y “en paz”, según su agente literario, no atenta contra la lógica de la expectativa de vida, aunque al lector le sepa injusto.
Escribió decenas de cuentos con una pericia poco usual, incursionó en la ciencia ficción, y se despachó con unas cincuenta novelas en las cuales no tuvo pudor en poner, ficcionalizada, mucho de su autobiografía.
El cuaderno dorado es considerado por los críticos su mejor libro; publicado en 1962, hoy se sigue imprimiendo. Constituyó una exploración sobre la vida de las mujeres que decidieron comprometerse o no en el matrimonio y criar hijos, pero ansiaban poder elegir sus propios trabajos y su vida sexual. Aparecen situaciones tabú para el momento: habla del orgasmo, la menstruación o el colapso emocional. No obstante, Lessing estuvo en desacuerdo con la idea de que existe una “literatura femenina” o con que las mujeres poseen una bondad innata que derramarían sobre los suyos cuando llegaran al poder. De aquí cierta crítica al ultra feminismo: “ Tengo la sensación de que la guerra de los sexos no es la guerra más importante que hay ”. En 1994, agregó: “Las cosas cambiaron para los blancos, para las mujeres de clase media, pero nada cambió para quienes están fuera de estos grupos sociales”.
Lessing fue marxista, anticolonialista, antirracista, feminista, antistalinista, por ende decepcionada del comunismo, y todo fue a sus libros: construyó una literatura difícil para el establishment literario y político durante los ’50 y ’60. Británica de nacimiento, vivió en África su infancia y juventud. Esa experiencia se volcó en libros comoMartha Quest y Memorias de una sobreviviente y le valieron, desde 1956 a 1995, ser persona no grata con entrada prohibida a Rodesia (hoy Zimbabwe) por sus duras críticas al apartheid.
Lessing no era una escritora tranquila, sino una mujer con una pasión incesante. Aunque el mercado editorial juguetee con la idea de que el escritor es como una estrella de la farándula, de opiniones “frívolas”, Lessing no se andaba con chiquitas. De Tony Blair dijo: “Es un hombre pequeño, en todo el sentido de la palabra”. Lo responsabilizaba, junto a George Bush, de iniciar y sostener la guerra de Irak. Coherente, rechazó en 1977 el ofrecimiento del Gobierno Británico para convertirse en Lady. Consideró que hubiera sido hipócrita aceptar y envío una carta que decía: “Cuando era joven, hice lo mejor para deshacer ese poquito del Imperio Británico en el que yo estaba: la vieja Rodesia del Sur”.
En 2001, Doris Lessing recibió el premio Príncipe de Asturias, lo cual puso en circulación muchos libros suyos que aun no habían sido traducidos al español. En 2007 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, en donde fue presentada como la gran escritora sobre el rol de la mujer en el siglo XX. Como ocurrió con otras ganadoras mujeres, como Elfriede Jelinek y Hertha Müller, su nombramiento cosechó más rechazos que congratulaciones: J.M. Coetzee y Harold Bloomb estuvieron entre los detractores, aunque el ensayista Christopher Hitchens la elogió.
En el discurso de recibimiento del Nobel, aconsejó a los nuevos autores: “A los escritores se les suele preguntar: ¿Cómo escribes? ¿Con un procesador de texto? ¿Con máquina de escribir eléctrica? ¿Con pluma de ganso? ¿Con caracteres caligráficos? Sin embargo, la pregunta fundamental es: ¿Has encontrado un espacio, ese espacio vacío, que debe rodearte cuando escribes? A ese espacio, que es una forma de escuchar, de prestar atención, llegarán las palabras, las palabras que pronunciarán tus personajes, las ideas: la inspiración. Si un determinado escritor no logra encontrar este espacio, entonces los poemas y los cuentos podrían nacer muertos”. Muchos escritores que recién empiezan, explicaba Lessing, son deslumbrados por los brillos de la publicidad y descuidan este espacio vacío imprescindible para la escritura. “Nosotros, los mayores, quisiéramos susurrar a esos oídos inocentes. ¿Aún conservas tu espacio? Tu espacio único donde puedan hablarte tus propias voces, sólo para ti, donde puedas soñar. Entonces, sujétate fuerte, no te sueltes”, reflexionó.
A Doris Lessing le incomodaba la fama. Tuvo un ACV poco después de la exposición que implicó el Nobel y en 2008 dejó de escribir. Anunció: “Se detuvo; no tengo más energías. Esta es la razón por la que le digo a los más jóvenes: no imagines que lo vas a tener por siempre. Aprovechálo mientras lo tengas porque un día se irá; es algo que va deslizándose lejos, como el agua cuando se escabulle hacia un agujero sin tapón”.
FUENTE: revistaenie.clarin.com